"Hacía ya un tiempo que aquellos sueños recurrentes habían desaparecido. Todo parecía estar tranquilo de nuevo. Sin embargo la sombra de otras vidas pasadas acechaba como un animal depredador sobre su caza.

Lo único que serenaba su mente eran sus ojos. Dulces y serenos lo acogían dentro de su mirada y le mostraban la belleza de la vida. El amor que ella sentía por él. El amor que él sentía por ella. Sus vidas habian coincidido a lo largo de los siglos, y de nuevo, en un mundo que estaba siendo invadido por la oscuridad y las tinieblas, se habían encontrado. Los sueños le mostraban sus vidas, un caballero Templario, un artista, músico, escritor, ladrón, centurión y saber qué mas... y siempre aparecía aquella sombra que los volvía a separar. Quizá en esta nueva vida, caótica y absurda, a punto de explotar, Jan e Ia por fin puedan descansar en paz."



La Farga de Fusta no es más que un blog en el que recopilo aficiones convertidas en materia palpable y visual. Modelado en Pasta de Madera, dibujos y quizá algo de música y escritura.
Si algo de lo que aparece aquí te puede interesar, te invito a seguir explorando. La mayoría de lo que expongo lo he regalado o realizado por encargo; ahí dejo esta propuesta para aquella persona que que quiera realizar un detalle con otra, pues podría realizar algún pedido.

lunes, 28 de julio de 2014

La prisión de los locos



Jan y Mel caminaban por las callejuelas del Raval de Barcelona. Era pasada media noche y la actividad de marcha en la zona más bohemia y pintoresca de la ciudad de un viernes, iba en auge. 



-          ¿A dónde me llaves, Jan?

-          ¡A un local que te va a flipar, colega!

-          Pero si estamos sin dinero de nuevo – respondió Mel mostrando a su amigo los bolsillos vacíos – en casa de Pai Mei es gratis, y también es un buen local.

-          Bah… tonterías. Me deben un favor... no nos costará nada. No te preocupes. Además, el chino sólo tiene hojas de plantas secas remojadas en agua caliente… eso nunca me pintó bien, me lo bebo para no ofenderle. Ya sabes… el honor y todas esas chorradas del Feng Shui, pero siempre que puedo me lo guardo en la boca y luego lo echo en esa maceta, la del árbol diminuto que tiene en la tienda. Es mejor para la planta que para mí, crece poco, yo creo que no la riega. ¡Nunca tiene birras en la nevera, tío! ¡¿Te lo puedes creer?! ¿Tú crees que es normal? Y no es un local de copas, sólo tiene rollos de libros, allí no hay ambiente.



Mel iba a contestar y corregir en un par de detalles a su amigo, pero no quiso romper aquel momento, en el fondo tenía razón. Aunque a él si que le solía gustar el té, la mayoría de veces, pues en otras ocasiones le parecía que aquello era peor que tomar lejía con pajita. No porque estuviera malo, sino porque sus papilas gustativas en ocasiones se alteraban de tal manera que percibía los sabores de maneras muy extrañas.



-          ¡Ya hemos llegado!

-          ¿Estás de broma, no?



La entrada al pub no daba mucha confianza. Fuera había un grupo de gente fumando y otro que hacía cola. Había un poco de cada tribu urbana mezclada con gente normal y algunos entre ellos vestían con complementos de ropa de época. El local no tenía desperdicio.



“La prisión de los locos” se llamaba el bar. Una reja metálica con barrotes era la puerta de entrada. Y el ventanal gigante  de seguridad que ofrecía vistas del interior del bar también tenía barrotes. Los cristales eran opacos, con lo que poco se podía ver de lo que ocurría en el interior, salvo por los huecos que ofrecían  algunas frases escritas sobre estos. Se podían leer del revés algunas de ellas, otras se leían desde fuera: “No entres aquí, incauto”, “Márchate, aún estás a tiempo”, “Si incumples las normas serás encerrado de por vida”, “Conseguí escapar, vi el resplandor en otro lugar”, “Veo gente muerta”, “Quédate a jugar con nosotros”, “Hola, Clarice”, “¡Y está vivo!”, “Ven, acá abajo todos flotamos”, “Suena el teléfono y alguien dice: Morirás en siete vidas”, “¿Por qué está preocupada por una simple pesadilla? ... La puerta la custodiaba un segurata de dos metros de altura, cuadrado por todas partes. Vestía con ropa de carcelero hospitalario de los años cuarenta o cincuenta. Y con una porra en la mano y cara de pocos amigos, cacheaba a todo el personal que iba entrando. Todos tenían que enseñar su pase, que llevaban colgado al cuello en una funda de plástico, justo debajo de un texto que podía poner: “Pase de visita”, “Inspector de prisiones”, “Pase de sacerdote”, “Nombre del preso y número de preso”, u otras cosas similares, en algunos incluso venía una reseña que venía a ser un historial psiquiátrico o bien carcelario. Parecían tener algún tipo de patrón, y todos los pases habían sido imprimidos por los propios clientes desde la página web que anunciaba el local bajo el propio nombre del pub. Posiblemente las reservas para entrar se hacían vía internet. En la entrada aparecía el nombre, edad, altura, sexo, estado civil y número de autorización en código de barras. El carcelero leía el código con un lector, verificaba que era correcto y dejaba pasar a la gente.



-          ¿Pero dónde me has traído, Jan?



Jan rio alegremente y dio una palmada en la espalda a su amigo.



-          ¿A qué impresiona, eh? Pues aún no has visto el interior – dijo acercándose a la puerta y entregó un pase que colocó en el cuello de Mel y otro se lo puso él - Vamos, que nos toca.

-          ¿“Permiso de Vis a Vis”? – preguntó Mel leyendo su entrada – y el tuyo: “¿El amo del calabozo?”



Efectivamente el bar por dentro era increíble. Estaba decorado hasta el último detalle. Había máquinas de tortura por un lado ambientando la sala, vigas de madera o metal, cadenas colgando del techo, puertas con reja, algún maniquí muy bien definido colgando del techo,… Por otro, la barra del bar era parecida a los comedores de los hospitales psiquiátricos antiguos. Por un lado, había una garita donde los clientes pedían la consumición y les entregaban un ticket. Y con ese ticket luego ibas a otro mostrador donde te daban lo que habías pedido. Esto era si querías pedir en barra, pues también podías pedir en las mesas y venían camareros o camareras vestidos de enfermeros también de psiquiátrico carcelario. Había algunas pantallas de televisión, donde se podía ver películas sin voz de terror, tanto antiguas como modernas. Y las paredes tenían unos grandes ventanales reforzados con metal y atornillados, a través de los cuales, se podían ver unas ilustraciones bastante realistas de diferentes personajes de ficción de películas de terror.



Jan y Mel se sentaron en una mesa vacía. Las sillas eran las típicas de hospital, y la mesa era una mesa de autopsias. Incluso había una que una de las sillas tenía correas de sujeción y al lado de la mesa utensilios para una lobotomía y otra preparada para electroshocks. Era un lugar interesante y algo retorcido a la vez. Luz tenue por un lado ideal para charlar; y de vez en cuando algún foco que se encendía de pronto, se paraba la música ambiental, bajaba la intensidad de la luz y los Ojos de Sauron comenzaban a buscar en el bar al compás de una nueva sonata de terror y dance, y en una pequeña pista de baile la gente empezaba a animarse y moverse al ritmo de la música.



-          Joder, Jan, te has superado esta vez

-          Bah, tonterías – contestó Jan quitando importancia

-          ¿Has traído a Ia a este sitio?  - pregunto Mel todavía asombrado y mirando cada detalle del local. Les acababan de servir dos jarras de cerveza casi glacial. Miró con curiosidad unas cadenas y grilletes en la pared y algunas esposas en alguna mesa. Se preguntó para que se utilizarían.

-          Colega… - Jan sonrío, levantó la jarra e hicieron un brindis – no creo que a ella le gustara. En realidad quería enseñarte este bareto para que trajeras a Chili en tu cita, seguro que a ella este sitio la pone.

-          ¿Mi cita? – Mel río – Pero si es súper borde… me ha rechazado un montón de veces… mira que le pongo todo mi encanto, pero…

-          Calla ya, tío, disfruta del sitio. ¿Es ideal para ligar, no crees? Todo el mundo lleva algunos datos personales escritos en los pases de entrada, algunos incluso añaden datos opcionales, como el número de teléfono – dijo sonriendo Jan.

-          Tu no cambias… - sonrió y bebió de su jarra, exclamando asqueado de lo que bebía - ¡Esto sabe a pis! ¡El sitio es guay, pero la cerveza es orina de barril! – de nuevo, el sentido del gusto traicionaba al pobre de Mel.

-          La cerveza es buena, colega, y yo soy fiel a Ia, pero mi simpatía es innata– Mel ponía caras extrañas después de haber catado la cerveza - Pero déjala a un lado y pide otra cosa si no te gusta, tío… no te tortures más…



Mel pidió otra copa para tomar. Pidió  una mezcla extraña de bebidas. Continuaron la velada rememorando viejas historias y hablando de proyectos de futuro.



-          Este sitio le encantará a la “rarita” de Chili, ya verás… yo hablaré con ella. Seguro que te da una oportunidad y te podrá conocer de verdad, amigo, aunque de sinceramente, no sé qué ves en ella. Esta buena, sí, no te lo negaré, pero tiene un carácter… no la has visto en los ensayos con su grupo – Jan miraba de reojo a las camareras, el alcohol comenzaba a hacer efecto después de beberse su cerveza y la de Mel – Le regalaré la calavera de cristal que encontramos en la Antártida, esa que tanto le gusta… seguro que así te concede una cita romántica -  dio otro sorbo a la jarra.



Una de las camareras  le guiñó el ojo y le pasó una nota a Jan junto a una nueva jarra de cerveza y se retiró para seguir con su trabajo.



-          Pero si es… - Mel miró a la enfermera. Con aquel vestido blanco ceñido, el pelo recogido bajo un gorrito ridículo y la ausencia de maquillaje, no la había reconocido, pero fijándose mejor se dio cuenta de que era Ia.

-          ¡Si tío y mira lo que pone en la nota: “mi turno acaba a las 2.00 h, guapo”! – dijo Jan con una sonrisa de oreja a oreja.

-          Joder, nunca entenderé el rollo raro que os traéis entre manos vosotros dos – y también río a carcajadas – ¿por lo menos, me acompañareis a casa de Pai Mei, no?  














Estos son unos dibujos, que hace unos años hice como ejercicio de ilustración. El tema era ambientar un bar o local atípico. Inventar el tipo de local, ambientación y que tipo de decoración tendría.

domingo, 27 de julio de 2014

El Taller


-          Así que… ¿este es vuestro refugio? – preguntó ella.
-          Así es, mi señora… - Jean Luc paseaba nervioso de un lado a otro de la estancia colocando cosas en orden y haciendo sitio allá donde no lo había.

La joven dama miraba divertida la figura del galán caballero. Observaba como apilaba unas cajas de mimbre, una encima de otras. Amontonaba puñados de ropa en un rincón. Ella se había puesto cómoda en el humilde camastro que había en la habitación. Él seguía recogiendo para evitar la mirada de aquella preciosa mujer; mientras llenaban el tiempo con banales charlas.  

-          Venga, Jean Luc… dejad de dar vueltas. No seáis tímido. No os voy a hacer nada… Quiero hablar con vos - dijo ella mordiéndose el labio - La pasada noche, cuando obrasteis en el concierto, fue pura entrega lo que vi en vuestro talante… ahora parece que buscáis refugio…

El joven artista recogió del suelo unos papeles llenos de esbozos de dibujo por un lado y por el otro, escrituras musicales. Sin querer, fruto de sus nervios golpeó el violoncello que estaba apoyado en una esquina. Ella rompió a reír, recostándose sobre la cama.

-          Mi señora, yo…
-          ¿qué es eso que escondéis? – se puso en pie y se acercó a él intrigada.
-          No son más que unos bosquejos sin ningún detalle ni brillo.
-          A mí no me lo parece…

Se había colocado justo delante de él. Podía oler aquel picante aroma oculto bajo una sugerente fragancia melosa, que perturbaba sus sentidos. Podía ver más de cerca su rostro. Su dulce y atrevida mirada miel. Ella dio un paso más. Él no pudo retroceder otro paso. A su espalda la pared. A su derecha el instrumento de cuerda derribado. A su izquierda una mesa cubierta de restos de un almuerzo, pinceles, pintura, tallas de madera, marcos, y diversas herramientas. Ella miró la mesa.

-          Me gano la vida como puedo… son encargos…
-          Malgastas tu talento…

Se acercó del todo, tanto que notaba la ligera presión del cuerpo de ella sobre el suyo. Tanto que sus rostros casi estaban pegados. Los turgentes pechos de ella aprisionados bajo el elegante corsé que vestía se agitaban al mismo compás que la respiración de ambos. Ella lo rodeo con ambas manos llegando a su espalda, donde escondía sus manos, donde ocultaba los bocetos.

- ¡Déjame verlos! – se los tomó por sorpresa de sus manos temblorosas, y aún muy cerca de él empezó a pasar paginas – Esto es muy bonito. A parte de ser un gran interprete como demostraste en el concierto del anunciamiento de mi matrimonio con el general, también tienes buenas manos para la pintura… me pregunto que otras cosas sabrás hacer bien… - dijo mirándolo de refilón – todo esto es precioso, es brillante – pasaba página tras página.

-          No es tan bueno – dijo sonriendo – gracias por sus halagos, mi señora. No merece la pena que mire más, el resto son iguales… - Jean Luc hizo ademán de recuperar los dibujos, pero ella se puso de espaldas a él evitándolo, y apoyando su espalda sobre el pecho del joven. De pronto, ella dejo de pasar hojas, deteniéndose en un grupo de estas.
-          Estos bocetos… se parecen mucho a mí… ¡Soy yo!
-          Mil perdones… por eso no quería que viera los dibujos, por eso no quería que subiera a mi piso, ni entrara en mi casa, ni…

Ella contemplaba los detalles de los trazos carboncillos. La fuerza de las curvas y los contrastes de luz y sombra en aquellos apuntes. No se había alejado de él ni un centímetro.

-          ¡Quiero que me hagas un cuadro! Solo para ti y para mí.
-          Pero vos estáis comprometida con el General Gerard de Lannes… no es buena idea… vos sois la hija del Conde Dominique de Foix, y yo no soy nadie…
-          Tú no eres ningún cobarde. Lo veo en tus ojos. ¿de verdad piensas que no es una buena idea?... Y sí eres alguien… mi matrimonio es un acuerdo, es puro interés político, Jean Luc – dijo muy seria.
-          Arlette… yo…

Jean Luc arrancó los papeles de las manos de Arlette. Acercó sus labios a los suyos. La abrazó por la cintura y ella lo correspondió. La estrechó fuertemente. La beso. Y la volvió a besar con toda la dulzura y pasión con la que tocaba había tocado el cello para ella hacía pocos días. La tomó en sus brazos. La condujo y acostó en la cama donde se acostó junto a ella. Y se volvieron a besar. Y entrelazaron sus cuerpos. Y bailaron al mismo son por primera vez en aquella vida, dejando atrás sus estatus y sus deberes. Mirando el presente; y sus almas festejaron que por fin se habían vuelto a encontrar.






Estos son marcos para fotografías, decorados con pasta de madera. Alguno es pintado con tinta china. Estos marcos los he ido regalando a medida que los he ido manufacturando. Es una forma diferente de colgar un retrato en la pared, o tenerlo en en la entradita de casa o en el mueble del comedor.He ido variando la técnica y definiendo el estilo marco tras marco. De cada fallo que veo en el último, lo anoto mentalmente para en el siguiente quede más perfecto, pues cuando empecé con esta idea, había poca definición, y ahora en los últimos veo motivos o fuentes de inspiración, como en este último que es la Orden de Hermes (pertenece a un juego de rol llamado Ars Magica).