"Hacía ya un tiempo que aquellos sueños recurrentes habían desaparecido. Todo parecía estar tranquilo de nuevo. Sin embargo la sombra de otras vidas pasadas acechaba como un animal depredador sobre su caza.

Lo único que serenaba su mente eran sus ojos. Dulces y serenos lo acogían dentro de su mirada y le mostraban la belleza de la vida. El amor que ella sentía por él. El amor que él sentía por ella. Sus vidas habian coincidido a lo largo de los siglos, y de nuevo, en un mundo que estaba siendo invadido por la oscuridad y las tinieblas, se habían encontrado. Los sueños le mostraban sus vidas, un caballero Templario, un artista, músico, escritor, ladrón, centurión y saber qué mas... y siempre aparecía aquella sombra que los volvía a separar. Quizá en esta nueva vida, caótica y absurda, a punto de explotar, Jan e Ia por fin puedan descansar en paz."



La Farga de Fusta no es más que un blog en el que recopilo aficiones convertidas en materia palpable y visual. Modelado en Pasta de Madera, dibujos y quizá algo de música y escritura.
Si algo de lo que aparece aquí te puede interesar, te invito a seguir explorando. La mayoría de lo que expongo lo he regalado o realizado por encargo; ahí dejo esta propuesta para aquella persona que que quiera realizar un detalle con otra, pues podría realizar algún pedido.

domingo, 27 de julio de 2014

El Taller


-          Así que… ¿este es vuestro refugio? – preguntó ella.
-          Así es, mi señora… - Jean Luc paseaba nervioso de un lado a otro de la estancia colocando cosas en orden y haciendo sitio allá donde no lo había.

La joven dama miraba divertida la figura del galán caballero. Observaba como apilaba unas cajas de mimbre, una encima de otras. Amontonaba puñados de ropa en un rincón. Ella se había puesto cómoda en el humilde camastro que había en la habitación. Él seguía recogiendo para evitar la mirada de aquella preciosa mujer; mientras llenaban el tiempo con banales charlas.  

-          Venga, Jean Luc… dejad de dar vueltas. No seáis tímido. No os voy a hacer nada… Quiero hablar con vos - dijo ella mordiéndose el labio - La pasada noche, cuando obrasteis en el concierto, fue pura entrega lo que vi en vuestro talante… ahora parece que buscáis refugio…

El joven artista recogió del suelo unos papeles llenos de esbozos de dibujo por un lado y por el otro, escrituras musicales. Sin querer, fruto de sus nervios golpeó el violoncello que estaba apoyado en una esquina. Ella rompió a reír, recostándose sobre la cama.

-          Mi señora, yo…
-          ¿qué es eso que escondéis? – se puso en pie y se acercó a él intrigada.
-          No son más que unos bosquejos sin ningún detalle ni brillo.
-          A mí no me lo parece…

Se había colocado justo delante de él. Podía oler aquel picante aroma oculto bajo una sugerente fragancia melosa, que perturbaba sus sentidos. Podía ver más de cerca su rostro. Su dulce y atrevida mirada miel. Ella dio un paso más. Él no pudo retroceder otro paso. A su espalda la pared. A su derecha el instrumento de cuerda derribado. A su izquierda una mesa cubierta de restos de un almuerzo, pinceles, pintura, tallas de madera, marcos, y diversas herramientas. Ella miró la mesa.

-          Me gano la vida como puedo… son encargos…
-          Malgastas tu talento…

Se acercó del todo, tanto que notaba la ligera presión del cuerpo de ella sobre el suyo. Tanto que sus rostros casi estaban pegados. Los turgentes pechos de ella aprisionados bajo el elegante corsé que vestía se agitaban al mismo compás que la respiración de ambos. Ella lo rodeo con ambas manos llegando a su espalda, donde escondía sus manos, donde ocultaba los bocetos.

- ¡Déjame verlos! – se los tomó por sorpresa de sus manos temblorosas, y aún muy cerca de él empezó a pasar paginas – Esto es muy bonito. A parte de ser un gran interprete como demostraste en el concierto del anunciamiento de mi matrimonio con el general, también tienes buenas manos para la pintura… me pregunto que otras cosas sabrás hacer bien… - dijo mirándolo de refilón – todo esto es precioso, es brillante – pasaba página tras página.

-          No es tan bueno – dijo sonriendo – gracias por sus halagos, mi señora. No merece la pena que mire más, el resto son iguales… - Jean Luc hizo ademán de recuperar los dibujos, pero ella se puso de espaldas a él evitándolo, y apoyando su espalda sobre el pecho del joven. De pronto, ella dejo de pasar hojas, deteniéndose en un grupo de estas.
-          Estos bocetos… se parecen mucho a mí… ¡Soy yo!
-          Mil perdones… por eso no quería que viera los dibujos, por eso no quería que subiera a mi piso, ni entrara en mi casa, ni…

Ella contemplaba los detalles de los trazos carboncillos. La fuerza de las curvas y los contrastes de luz y sombra en aquellos apuntes. No se había alejado de él ni un centímetro.

-          ¡Quiero que me hagas un cuadro! Solo para ti y para mí.
-          Pero vos estáis comprometida con el General Gerard de Lannes… no es buena idea… vos sois la hija del Conde Dominique de Foix, y yo no soy nadie…
-          Tú no eres ningún cobarde. Lo veo en tus ojos. ¿de verdad piensas que no es una buena idea?... Y sí eres alguien… mi matrimonio es un acuerdo, es puro interés político, Jean Luc – dijo muy seria.
-          Arlette… yo…

Jean Luc arrancó los papeles de las manos de Arlette. Acercó sus labios a los suyos. La abrazó por la cintura y ella lo correspondió. La estrechó fuertemente. La beso. Y la volvió a besar con toda la dulzura y pasión con la que tocaba había tocado el cello para ella hacía pocos días. La tomó en sus brazos. La condujo y acostó en la cama donde se acostó junto a ella. Y se volvieron a besar. Y entrelazaron sus cuerpos. Y bailaron al mismo son por primera vez en aquella vida, dejando atrás sus estatus y sus deberes. Mirando el presente; y sus almas festejaron que por fin se habían vuelto a encontrar.






Estos son marcos para fotografías, decorados con pasta de madera. Alguno es pintado con tinta china. Estos marcos los he ido regalando a medida que los he ido manufacturando. Es una forma diferente de colgar un retrato en la pared, o tenerlo en en la entradita de casa o en el mueble del comedor.He ido variando la técnica y definiendo el estilo marco tras marco. De cada fallo que veo en el último, lo anoto mentalmente para en el siguiente quede más perfecto, pues cuando empecé con esta idea, había poca definición, y ahora en los últimos veo motivos o fuentes de inspiración, como en este último que es la Orden de Hermes (pertenece a un juego de rol llamado Ars Magica).

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