La tienda de Pai Mei prácticamente era el centro neurálgico del
Aquelarre de Barcelona. Un lugar protagonista, donde siempre ocurría todo.
Tantas cosas habían pasado, que enumerar la historia de aquella tiendecita
podría llenar muchas páginas de algún libro de intrigas, asesinatos,
esoterismo, drama y acción.
Aquella mañana el dueño no estaba atendiendo “El dragón apacible” como solía hacer, otros
asuntos le entretenían. Sin embargo la tienda estaba abierta. Pai Mei había
contratado a Mel para ayudarlo a llevar el negocio. No tenía un horario fijo
establecido, de forma que Mel cubría a Pai Mei cuando este no podía abrir. El
oriental no confiaba plenamente en el juicio de su nuevo ayudante, pero era su
amigo y quería echarle una mano. Además, de esta forma él disponía de más
tiempo libre y le daba una oportunidad a Mel para ganar algo de dinero. Desde
que habían llegado Jan y él a la ciudad, habían estado haciendo pequeños
trabajos o encargos sin importancia de lo que les surgiera, y nunca sin un
lugar fijo para dormir. Pai Mei, siguiendo con su filosofía debía darles una oportunidad,
y más ahora, que habían entrado a formar parte del Aquelarre roto de Barcelona.
Los antiguos militantes, Lorenna y Willow, seguían desaparecidos en algún lugar
o en algún tiempo. Mel y Jan eran en aquel momento los únicos que tal vez
pudieran ayudar Chili y a él a encontrarlos. Y el pobre de Seth había
fallecido. El Agujero de la
No Realidad que había arrastrado a sus dos
queridos amigos a un lugar de incertidumbre y que había contagiado y envenenado
la mente de Mel, robó toda la esencia de vida Seth, y no pudo recuperarse
después de meses en un hospital.
Mel miraba Internet. Como de costumbre, se pasaba la mayor
parte del tiempo que estaba en la tienda navegando por doquier. A veces
colocaba algún libro nuevo que llegaba a la tienda o limpiaba el polvo, pero
Pai Mei lo tenía todo escrupulosamente ordenado y catalogado y no quería que
Mel hiciera algún desastre. Era una persona inteligente pero también
impredecible. Siempre había tiempo libre en la tienda pues poca clientela
entraba en aquel negocio a lo largo del día. Estaba tan centrada y dedicada a
unos temas en concreto que tan sólo acudían estudiantes, profesores o personas
interesadas en historia o filosofía.
Mel estaba distraído en sus búsquedas. Las campanillas de la
entrada sonaron. Ia entraba en la tienda, alegre como siempre y vestida con
unos ajustados tejanos y un jersey lila ceñido, una cazadora negra y unas botas
con tacón bajo. Llevaba el pelo largo y rubio recogido en una coleta. A Mel no
terminaba de caerle bien aquella chica, pero tragaba porque era la novia de su
mejor amigo. Aunque aquella también era la razón por la cual no le simpatizaba:
Jan disponía de menos tiempo para estar con él desde que salía con Ia. Mel
sospechaba que ella no era todo lo que aparentaba: una chica guapa, con cara de
inocente y aspecto tímido pero a la vez un porte atrevido y dispuesto a todo.
Le parecía muy extraño que hubiera tenido que abandonar Ucrania para mal buscar trabajo en Barcelona
y vivir ilegalmente, teniendo en cuenta que tanto ella como su hermano eran
personas con talento. Ella había aprendido con facilidad el castellano y el
catalán, y tenía una destreza inusitada, y su hermano tocaba el violín
virtuosamente en las calles para sacar dinero. Lo único que la salvaba era que
había accedido a darle algunos consejos y echarle una mano para su finalmente
conseguida cita con Chili. Las dos chicas se habían hecho muy amigas trabajando
en el Noctambul, el pub de Raven, así que su colaboración era bienvenida.
-
¡Buenos días, Melcior! ¿Qué tal va la mañana? ¿Mucha
faena?
-
¡No, no, no me gusta que me llames así, llámame como
todo el mundo, Mel, y si no… no me llames! Buenos días.
-
Oh, perdona, encanto, tengo la costumbre de no abreviar
los nombres, pues forman parte de lo que es una persona. Y Melcior es bonito. Acortarlos
es como amputar una parte de la personalidad y utilizar diminutivos es como esconder
lo que uno es en realidad para huir de uno mismo. ¿No crees?
-
No, no creo. Todo eso es un rollo, tu castellano es
perfecto. No hace falta que continúes las practicas de idiomas con Pai Mei, te suelta demasiadas
tonterías metafísicas – dijo Mel sonriendo – aunque a él si que le hace falta
perfeccionar un poco, que parece mentira el tiempo que lleva aquí viviendo…
como habla a veces…
-
No seas tan malo, Mel – respondió Ia caminando hacia el
mostrador.
Ella se acercó a Mel para darle dos besos. Este cerró de
golpe la tapa del ordenador portátil y miró con disimulo hacia el techo y
poniendo cara de inocente. Se saludaron cortésmente.
-
¿Cuándo besas a Jan, siempre eres tan babosa? –
preguntó Mel haciendo como si se limpiara los mofletes – Tienes unos labios
rasposos. Por cierto, Pai Mei no está, yo estoy al mando de la tienda – dijo
seriamente – tengo mucho trabajo, no puedo entretenerme, así que si no tienes
nada importante que decirme, vete. ¿Te puedo vender algún libro?
-
Mel, por favor… nunca terminaré de entender el humor
tan extraño que tienes. No sé ni porque te ayudo con Chili, esa actitud que
tienes conmigo no funcionará con ella. Si yo fuera ella, conociéndola, te
hubiera puesto fino y de un guantazo y una patada en los genitales no te
salvaría nadie.
-
Mujer… - Mel hizo un sonido extraño con la garganta
parecido al sonido de apareamiento de los pavos - tampoco es para tanto,
perdona, a veces no sé lo que digo. Pero sobretodo, no le digas nada a Jan, por favor – dijo con cara de pena y repitió aquel
sonido mientras Ia ponía cara de póker.
-
Tranquilo. No le diré nada. Me marcho, pero antes
quería dejarte un libro para Pai Mei. Una amiga me regaló un libro que compró por
Internet, y resulta que yo ya lo tenía, así que lo tengo duplicado. Y he
pensado que como Pai Mei vende libros… - Ia le enseñó el libro – pues podría
venderlo aquí y me saco algo de dinero.
-
Ah, si, claro, muy bien pensado – Mel lo ojeo por
encima, al final había alguna ilustración, le llamó la atención una en la que
había una fachada de un edificio, y en una ventana se podía ver una silueta
aumentada por una lupa – ¿de qué trata el libro, religión, política,
filosofía,…?
-
Pero que dices, Mel – contestó Ia riendo y golpeándole
amistosamente el brazo – mira, es una novela de amor romántico festivo, con toques sobrenaturales, con misterios,
asesinatos,… Los protagonistas son unos chicos muy guapos que tienen una banda
de rock oscuro y metal… bueno, del estilo que escucha Chili y Jan. El
protagonista de esta historia me recuerda un poco a Jan. Que por cierto – le
dijo Ia en confidencia – sé que él lo está leyendo a escondidas – y soltó una
risotada divertida y cristalina.
-
No me puedo creer lo de Jan – respondió con una sonrisa
intentando imaginar a su amigo escondido en algún rincón o metido en un armario
con una linterna leyendo el libro - y
déjalo ya, por favor, que me contarás
toda la historia. A lo mejor me lo leo y todo, me encantan ese tipo de historias
y los culebrones. Déjame ver – Mel miró
la portada – “Fost, Alma de Fuego” por Prisca Nerin, una ilustración de un fuego
salvaje y una sombra misteriosa con la mirada perdida en el horizonte en la
portada… - decía por lo bajo Mel.
-
¿Pues te parece bien que lo deje aquí para vender?
Cuando quieras leerlo, te presto el mío.
-
Sí, me parece estupendo. A Pai Mei no le importará.
-
¡Muchas gracias! – dijo Ia alegre y a punto de
despedirse – pues ya me marcho, que a las doce tengo trabajo. Si te parece bien
lo dejo en la estantería del expositor de la calle, así se verá más como
novedad, porque esos libros que tiene Pai Mei expuestos parece que nunca han
sido movidos del sitio. Quizá así la gente se anime a entrar en la tienda – Ia
colocó el libro a la vista, apartando cariñosamente a Gizmo que descansaba
sobre el lomo de una de aquellas antigüedades – ¿estarían en la tienda cuando Pai Mei la
compró? – se preguntó por lo bajo mientras abría la puerta - ¡Adios, Mel! ¡Dale
a Pai Mei las gracias de mi parte!
Mel levantó la tapa del portátil para reiniciar su búsqueda. Vio a través de la
cristalera del establecimiento como la rubia se marchaba. Sin duda pensó que la
influencia de Ia en Jan se había hecho notar en su amigo, había cambiado; pero en
aquel momento también se dio cuenta de la huella de Jan en Ia. Pensó que
estaban hechos el uno para el otro. Sus almas se habían encontrado y habían
conectado. Se alegró por ambos. Una lágrima se escapó de sus ojos acuosos. Se
limpió. Él sabía que aquello no le podría ocurrir nunca, su alma estaba
contaminada y condenada a perderse en el vacío sin retorno. Se ajustó las gafas
sin cristal y buceó en la red.
Esta es una ilustración de la novela citada en el minirelato. Tendría que haber unas cuantas más ilustraciones, pero "tempus fugit", así que no he podido profundizar ni acabar otros bocetos que tenía en mente. Ya llegarán cuando pueda ser, todo a la vez es complicado de compaginar.